MATRIMONIO GAY EN CHILE ¿Estamos preparados?
La pregunta que subtitula esté artículo, es en sí misma improcedente. ¿Quién tiene derecho, o capacidad para decidir que una sociedad está preparada o no para alguna cosa? ¿Acaso estamos frente a un sistema de despotismo ilustrado?. En democracia la única manera de saber el parecer de la gente es a través de las urnas, los espacios de participación ciudadana y por qué no, también las encuestas de opinión. Nadie se puede arrogar semejante poder, decir que sí y que no.
Sobre estas cosas hay historia para rato, sin ir muy lejos la elección de Michelle Bachelet. ¿Cuántos no dijeron que en nuestro país no estábamos preparados para tener una presidente mujer? Y las elecciones, y las encuestas siguen diciendo todo lo contrario. A menudo los partidos y sus dirigentes, sobre todo ahora, no alcanzan a entender el valor que tiene que las personas decidan libremente lo que quieren, la gente no necesita tutela, no necesita un papá que le diga que hay que hacer, se le debe dejar fluir su libertad negativa ( parafraseando a Berlín) y comprender que las personas piensan por sí mismas.
El matrimonio entre personas que se quieren es una cuestión normal, una decisión personal y libre entre dos adultos que deciden compartir una vida juntos. Bajo esa premisa debemos actuar en consecuencia, sobre todo quienes se dicen defienden el progresismo, ya que no harían otra cosa que actuar en consecuencia con los valores que promueven y defienden. Está debe ser una bandera de lucha de los partidos que se dicen progresistas y por qué no, también de aquellos que se auto proclaman liberales.
No hay otra vía para dotar de derechos ciudadanos que hoy no la tienen, que la vía política. No son los sindicatos de trabajadores, ni los ministerios, sino la ciudadanía organizada y los partidos que se dicen representan esa manera de ver el mundo, tolerante y diversa, los que deben llevar a cabo la cruzada de los derechos de miles de hombres y mujeres a expresar su amor como mejor les parezca y el Estado de garantías para que ello se efectivo de manera plena.
La iglesia no tiene porque tener el monopolio de lo que se debe hacer, tampoco algunos líderes de partidos que se dicen progresistas y prefieren hacer guiños electorales antes que cumplir con el espíritu de sus agendas políticas. La tarea es caminar firmemente con un proyecto progresista que tenga coherencia y promueva la igualdad, no sólo de ingresos, también la igualdad ante la ley, la igualdad ante una sociedad donde los conservadores ganan las batallas y muy pocos se atreven a alzar las voz.
Las y los chilenos deben decidir por sí mismos, y sus parlamentarios deberían abrir sus oídos y escuchar mejor el parecer ciudadano, luego actuar en consecuencia.
Si estamos o no preparados, eso lo deben decidir las y los chilenos ante espacios pertinentes para ello. Nuestra democracia representativa está cada día dando signos de agotamiento, no son sólo los líderes o las viejas nuevas prácticas, es un sistema que quiere constantemente decirle a los ciudadanos que deben hacer sin preguntarles primero. Una democracia debe ser más participativa, deliberativa y directa. Y con los medios necesarios para expresarnos políticamente, contestaremos esas y otras tantas preguntas en Chile.
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Gonzalo Prieto -
EMILIO -