El todo poderoso: MERCADO
“Reflexiones sobre el poder del sistema financiero en los otros sistemas sociales
en la crisis económica actual”
El año 2008 Lehmann Brothers cayó estrepitosamente y sentenció lo que muchos economistas, analistas financieros y algún que otro político valiente ya habían vaticinado: el comienzo de una crisis mundial de tantas proporciones como la de 1929.
Ante tal problema los Estados comenzaron a intentar buscar tanto las explicaciones (los culpables) y las vías de solución a los problemas, la crisis paso a ser el eje fundamental de todos los países desarrollados, en ese entonces el presidente George Bush solicitaba la colaboración de todos los sectores y comenzaron tanto en Estados Unidos como en Europa las acciones más importantes, que se recuerden desde los años 50 por salvar el sistema financiero.
Recordemos que dicha crisis, la que estamos atravesando aún hoy, ha sido producto de la venta de bonos hipotecarios de mucho riesgo, familias que no pudieron responder a sus compromisos económicos y dejaron de pagar. Dichos bonos fueron divididos y puestos en paquetes junto a otros bonos de mejor calidad y vendidos por todo el mundo contaminando al todo sistema financiero y como consecuencia a la economía real de los países desarrollados en mayor proporción. Una especie de virus que contamina todo el sistema.
Muchos hablaron del comienzo del fin del capitalismo, se reprocharon las prácticas que llevaron a la crisis financiera, las cuales ofertaban a los brokers grandes ganancias por sus acciones financieras, llenaron los bolsillos de muchos de ellos mismos, incluso en plena caída de bancos en EE.UU. , y la UE estos continuaban y continúan hoy, ganando enormes sumas de dinero por sus transacciones.
¡La vuelta de Keynes! Dijeron muchos. Pues tuvo que ser el Estado quien vino a salvar la caída de los bancos e inyectar liquidez para no convertir las consecuencias en algo ya más catastrófico. Y esos “ESTADOS” somos todos. Quienes trabajamos y que con nuestros impuestos estamos salvando a quienes nunca han movido un dedo por salvarnos a nosotros. El hecho es que ni Keynes, ni fin del capitalismo, todo ha sido un montón de ruido pero sin ningún cambio real en el sistema productivo y financiero. En las reuniones del G-20, G9,. G7, o tantos otros “ges” lo único que se ha hecho son declaraciones de buenas intenciones, pero ninguna acción real para transformar un sistema responsable de la desigualdad e inequidad mundial, pues en qué cabeza cabe que sean los ciudadanos quienes tengan que salvar a los bancos.
Pero caemos en la cuenta de como el sistema financiero es quien predomina entre los otros sistemas sociales existentes, ya que el sistema político, por ejemplo, ha sido incapaz de tomar cartas en el asunto, como he dicho sólo declaraciones de buenas intenciones pero nada más. Y es tal el poder que siquiera el sistema político puede controlar nada, da igual la ideología política, el todo poderoso mercado gobierna este quien este.
Para graficar esto tenemos el caso de España, donde hace un par de semanas se público en un diario británico que el país tenia que solicitar un salvamento semejante a Grecia, lo que provocaría un efecto domino (sistemico) en toda Europa y llegaría hasta Estados Unidos. Como sabemos los sistemas se nutren de información, esa información es un lenguaje, un código conocido por todo y que connota en la realidad lo que en en principio es una mera cuestión simbólica, ella conecta y hace inteligible los sistemas.
Es entonces que luego de la comunicación del diario en cuestión, las bolsas españolas sufrieron una caída increíble de grandes proporciones, obligando tanto a España como Europa salir a controlar el descalabro anunciando medidas de ajuste que básicamente consisten en reducir el déficit público de toda la UE, España ya tiene un déficit del 11% respecto de su PIB.
Impensable para un gobierno socialista, vanguardista como el de Zapatero, el del matrimonio gay, la ley de dependencia, el del no a la guerra de Irak, el protector de los trabajadores. Un fuerte cambio en la política económica que claramente se le fue de las manos y que hoy ha tenido que enmendar con los criterios liberales que impone el todo poderoso mercado.
Ocurre entonces que ante la crisis económica, se pensó que el sistema político tomaba nuevamente las riendas de la economía, su salvamento ponía en valor nuevamente su capacidad para contener el quiebre tanto del sistema económico como así también de otros sistemas interdependientes como los mercados del trabajo, y en definitiva la cohesión social.
Si dichos sistemas tienen una jerarquía, pues a pesar de su relación abierta entre ellos y sus entornos, lo que cabe pensar es que la pre dominación había dado un giro, pero ello no ocurrió así. Claramente el sistema financiero a través de las estructuras del mercado y la comunicación de un discurso reiterativo en contra de medidas en favor de la economía real, han primado a la hora de la verdad. El sistema político agotado, presionado tanto por los mercados como por los ciudadanos han cedido, ya que la incomprensión de estos últimos hace más difíciles tomar medidas que sean coherentes con los programas de gobierno o sus ideologías.
Nos preguntamos aquí ¿dónde queda el papel de la democracia?, la gente vota por un candidato y las promesas que éste le plantea, ello no ocurre y queda una sensación de insatisfacción, pero lo más complejo es que ello no ocurre no por pura pretensión de quien encabeza el Estado, sino que es sobrepasado por un sistema que no tiene ni cara, ni cuerpo, por una red de relaciones, discursos y efectos que aunque materialmente imaginarios, son materiales y concretos en sus efectos.
Es entonces que el resto de los sistemas sociales parece subordinado al sistema financiero internacional, al mercado que con su dinámica atraviesa a todo y a todos. No hay líderes, ni programas, ni ejércitos que lo impidan, es un efecto en cadena, sistemico que avanza con una velocidad voraz y que es capaz de en cuestión de días y horas girar el rumbo de cualquier intento por regularlo o retenerlo.
Ante una crisis que han generado algunos, estamos pagando todos, pues sus efectos nos dañan cada día, en la precariedad laboral, en el acceso al crédito de consumo, en la inestabilidad psicológica que constituye la amenaza de perder el empleo y sus consecuencias.
La presidenta del partido socialista francés Martine Aubry, decía hace algunos días que los consensos para salvar al pueblo nunca llegan, en cambio sí hay consenso para salvar a las bolsas.
También lo decía Michelle Bachellet en un discurso ante la ONU; que el gasto para salvar a los bancos hubiera bien permitido resolver el tema del hambre mundial. Dinero hay, pero no hay voluntad tomar las decisiones adecuadas, tal vez porque esas decisiones están fuera del alcance de sus propias manos ¿o no? Incluso los líderes más prometedores como Zapatero en España, o Obama en Estados Unidos quedan sobrepasados por el todo poderoso mercado.
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