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Nuestras Conversaciones, el blog de Gonzalo Prieto

La política y las políticas.

La diferencia entre la política y las políticas es capital, pero se confunde incansablemente. La confunden los políticos, los periodistas y, por último las y los ciudadanos.

 

Ante una crisis económica de proporciones globales es imprescindible aclarar este punto, ya que estamos en mundo interconectado, rápido pero por sobre todo, en un mundo donde lo que se reclama a los gobernantes es que estos le solucionen sus problemas, luego que les brinden un modelo económico y social que les garantice seguridad, esa seguridad se traduce en empleo y derechos que no hagan de su vida algo tan inestable que afecte incluso al propio cuerpo humano.

 

Hoy la izquierda europea, debilitada por su falta de respuestas y capacidad de transmitir el discurso, se rearman ante la evidente ola neo-liberal que da por sabidas las típicas recetas de reducción del gasto, la flexibilidad laboral (debilitando el empleo) y la alabanza a los mercados.

 

Acusamos a estas recetas de “derechistas” pero carecemos de respuestas apropiadas para dar respuestas de “izquierdas”. Y simplemente es que tenemos una confusión letal entre la política y las políticas. La primera debe hacer referencia a la visión de país que se quiere, a los resultados que se esperan desde todas las dimensiones posibles; el segundo obedece a al puesta en marcha de herramientas que caminen en la dirección de lograr ese ideal colectivo. Pero nos encontramos en este punto con que muchas abanderamos aquellas políticas, le entregamos etiquetas absolutas y no somos capaces de saber que cada cuestión a resolver es única, y deben prepararse sus respuestas en función de esa individualidad, sin perder de vista porsupuesto la conexión con le sistema que las sostiene y las integra.

 

Si pensamos en algunos ejemplos para el caso chileno, nos vamos a la reciente columna del diario el mostrador sobre la educación chilena. En síntesis se decía que las medidas que se han utilizado para mejorar la educación han respondido a cuestiones ideológicas más que a argumentos empíricos que sostienen que un modelo en el que el Estado garantiza educación de calidad y universal (entendamos esto, como que no deben existir colegios mejores que otros, universalidad en la calidad). Demonizamos las medidas a priori por los vínculos que estos pueden tener con tal o cual política, sin dar espacio a la reflexión crítica, donde la posibilidad de éxito y de

en definitiva dar respuesta a las expectativas ciudadanas es más importante que el debate de cuatro paredes de algunos sacerdotes de la política pura.

 

Sobre la educación, la salud, las pensiones, la seguridad, la investigación, etc. Podemos discutir múltiples respuestas, múltiples argumentos, pero lo importante es dar solución a quienes han depositado su confianza de manera democrática. Atender a los argumentos sólidos y obrar en consecuencia con ellos, defender la política, la visión, pero ser capaces de ver que hay políticas que son herramientas para y no en sí mismas la política.

 

La derecha ha logrado con éxito hacer de está distinción un arma estratégica, y la izquierda se amordaza ella misma.

 

La izquierda contemporánea debe ser capaz de zafarse de prejuicios, lograr articular respuestas coherentes, pero no limitantes. Un camino que no es fácil de equilibrar, pero clave para avanzar en dar respuestas sólidas y creíbles a unos ciudadanos cada día más incrédulos, con poca información (a pesar de la información que corre por las venas de la red) y, que demandan una visión posible y responsable.

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