EL CAMBIO DE GABINETE: La generación de Pinochet
Tener y mantener el poder son deberes inalterables en la política. Muchas veces el buen gobierno quedará como algo marginal frente a estás dos premisas. Por lo cual, las acciones que los políticos ejecutan no calzan con la lógica del ciudadano común y se escapan de los ojos del analista.
El gobierno de Sebastian Piñera comenzó con una situación delicada, el terremoto del 27 de febrero hace girar 180 grados su agenda, y dejaba con el más duro examen a una generación de políticos no acostumbrados a la gestión gubernamental que la concertación, bien o mal, tenía ya aprendida. Es así como Piñera comete el mismo error que Bachelet en su primer gabinete, buscar cambiarle la cara a la política con gente “técnica” y dejar fuera a los viejos rostros de la política. Fue un craso error y parte de ese mal diseño al principio, fue lo que en mi opinión tiene al Presidente contra las cuerdas en lo que ha encuestas se refiere.
Con unos movimientos sociales a flor de piel, fruto de la evolución social y una transición política, responsable sociólogicamente de lo que hoy acontece, el gobierno no es capaz de poner la brújula en el norte correcto. ¿Cuál es ese norte?. Conservar el poder y realizar un buen gobierno.
Su gobierno claramente inexperto está actuando con lógicas equivocadas, primero creyó que no tenía que tener políticos, cuando es lo que más se necesita. También creyeron que debían prescindir de los partidos, cuestión en la que también han tenido que echar pie atrás. Ninguna fórmula funcionó, y el gobierno cayó estrepitosamente en confianza y popularidad. Y es aquí donde pasó lo peor. Los partidos de la Alianza por Chile – pues la coalición por el cambio no existe, pues no hay ministros de Chile Primero – arremetieron con todo y defendieron con todo su poder a los presidenciales, sacaron a quienes no tenían ningún peso político dentro de sus filas y derribaron a los jóvenes prometedores. El objetivo, ganar las próximas elecciones, proteger su vaca sagrada y dejar de mirar desde la vereda del frente un gobierno que entienden legítimamente como propio. El único que se salvo, por una cuestión de confianza personal, fue el amigo del presidente. El ministro del interior.
Llegó entonces el gabinete de Pinochet, los discípulos de Jaime Guzmán, los que diseñaron la llegada al gobierno y construyeron el partido más grande del país. Lo del ex-ministro de energía es la última de un equipo inexperto y que el nuevo gabinete espera no volver dejar pasar.
Y el mapa nos queda de la siguiente forma: Chadwick, un político de gran clase tanto por sus relaciones familiares transversales como su enorme capacidad de dialogo, él hará lo que Hinzpeter nunca pudo, ni podrá hacer. Lavín, la vaca sagrada y eterno presidencial, es el símbolo de la generación Pinochet y como tal se le cambió al Mideplan para que se luzca con el trabajo del joven prometedor, y de paso se le pasa la cuenta al otro Kast en la UDI. Longueira, será un guerrero, y aunque lo han puesto en un ministerio poco adecuado se las arreglará para ser noticia, como ya lo hizo recientemente enviando el mensaje a la moneda por los diarios que sería parte del comité político (les guste o no). Golborne, había que proteger a la mejor carta de la Alianza en las encuestas, y como a Lagos se le envió a cortar cintas y besar guaguas al MOP. ¿Y el resto de los ministros “nuevos”? Créame lector y lectora, esos no importan.
El nuevo gabinete tiene más peso político, es un cambio provocado y diseñado por los partidos, no por el gobierno. Está hecho para ganar las municipales, mejorar la imagen del gobierno y ganar las próximas presidenciales. ¡Cuidado!
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