La Concertación... o la alternativa
La derrota no trajo consigo el recambio esperado; la coalición otrora gobernante fue incapaz de incubar en su seno los liderazgos necesarios para interpretar a la nueva sociedad chilena que emergió en conjunto o paralelamente a los 20 años de gobiernos de centro-izquierda moderada. Hoy las redes sociales, las televisión, la prensa digital, los cambios en la rapidez de la información, cuestiones que han transformado el tejido social global, no son ajenos a un Chile que interioriza valores liberales tanto en lo económico como en el quehacer social.
¿Cómo, entonces, una coalición de centro izquierda plantea algo distinto? ¿cómo se pueden reinventar diputados, senadores, alcaldes y jefes de partido que no han logrado captar ese cambio ciudadano? Una vez perdida la sintonía fina con el sentir ciudadano, la “nueva Concertación”, con herederos y practicantes de las mismas formas de conducir los espacios de poder, no se encuentra a sí misma, porque nuevamente piensa con un código diferente del que están pensando los ciudadanos y ciudadanas del país.
Es visible el hartazgo ante las prácticas de pasillos, los falsos consejos ciudadanos, las encuestas truchas y las frases hechas de: “ahora sí lo hacemos mejor”.
Es innegable el gran avance de los gobiernos de la Concertación en un sinnúmero de materias, pero también podemos constatar que muchos de esos avances han logrado, a largo plazo, mantener las brechas de desigualdad, entregar nuestros recursos naturales y estratégicos en manos de empresas multinacionales y sembrar el miedo como motor de movilización entre la ciudadanía.
Luego de siete meses de gobierno, la derecha tiene el panorama político muy claro: aquí todavía nos queda otro período. Por eso las disputas tempranas sobre el candidato presidencial.
Tenemos dos caminos claros, muy claros: o seguimos anhelando una Concertación reinventada, tuneada, recauchada, que no es más que los mismos con discursos efectistas, u optamos por construir la alternativa. Una nueva alternativa política que nazca de una nueva generación, no sólo política sino ciudadana, que tenga sintonía con el nuevo Chile y que recoja el legado pero sin sentirse atada a los fracasos y estancamientos.
Una alternativa que proponga un nuevo rumbo, basado en una nueva forma de entender la economía, la política social, la administración pública, los recursos naturales, la energía, la relación con América Latina y el mundo. Una alternativa que tenga como fin del desarrollo sostenible a los ciudadanos y no el crecimiento económico. Donde la meta sea ser feliz y no tener más.
Esa alternativa se construye en conjunto, de manera transversal, colectiva pero liderada a partir de la pasión y la convicción de que podemos hacer las cosas de otro modo y que no estamos condenados a vivir en un sistema económico y social como el actual eternamente. Que podemos demostrar que es posible abrir un nuevo camino y romper con el paradigma costo-beneficio con el que se construye el imaginario cultural dominante.
Para ello no nos debe agobiar lo contingente. Debemos prepararnos para asumir el liderazgo generacional y desde hoy construir la alternativa convocando a todos y todas, a sumar y abrir conversaciones y acción política. Cuando llegue el momento debemos estar listos para llevar a cabo lo que el nuevo contrato con la ciudadanía nos demanda y hacer posibles los sueños y aspiraciones de ese nuevo Chile.
Queremos seducir con las ideas y convocar con nuestra acción en un ejemplo de coherencia y de práctica política con mayúsculas, demostrando que el objetivo es el bien del país y no el mero cálculo.
El hijo debe dejar el hogar. Debe ser capaz de forjar su propio destino, tomando el lugar que le es propio. En eso consiste en construir la alternativa y esa alternativa la vamos construyendo todos y todas.
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