La Oportunidad de la derrota
“Profundizar la democracia, transformar la economía y descentralizar el Estado”
El día 14 de diciembre pasado estábamos seguros que habíamos perdido el gobierno. Era una constatación plausible puesto que los números simplemente no daban y aunque en las últimas dos semanas hubo una especie de aire de esperanza que recorrió a los miles de concertacionistas repartidos por Chile y el mundo, finalmente la realidad nos mostró lo que ya sabíamos desde hace tiempo, que perdíamos frente a la derecha, pero más aún perdíamos ante nosotros mismos. Y digo nosotros, porque a pesar de mi edad y mi participación en la vida política activa como militante del Partido Por la Democracia, creo profundamente que todos (más o menos) hemos contribuido a la derrota.
Sin embargo la derrota contiene más cuestiones que el sólo lamentarse y precisamente de eso es de lo que quiero hablar ahora. De eso y también de cómo se está supuestamente “reconstruyendo” la coalición, ahora opositora, para enfrentar los desafíos del futuro.
Como he dicho en otros artículos, esta cuestión es índole eminentemente política, es la forma de hacer política la que nos ha llevado a la derrota y nuestras prácticas como partidos hacia dentro y hacia fuera las que fueron gestando el cáncer de la desilusión y el clientelismo. Las cuotas de poder, el “te doy votos, pero ponme a este y a este otro en tal o cual cargo” fueron lo que termino por liquidar a los partidos. ¡Ojo! Los partidos no gozan de buena reputación en ninguna parte, pero aún así son capaces de estar más cerca o más lejos del sentir ciudadano.
Llegó el 18 de enero y la Concertación necesita reinventarse, cambiar, transformarse, pero ¿para qué?, ¿para obtener el poder el 2014? Sin duda ese es uno de los desafíos, pero no el único. Si las personas que componen la concertación no comprenden tal cuestión, estarán reproduciendo (como diría un amigo) la misma mierda pero con otras moscas.
Chile necesita cambiar, pero no sólo las caras, sino el clasismo instalado a todo nivel, necesitamos reinventarnos todos para luchar por lo obtenido y aspirar a más, siempre a más. En un país donde aspirar está prohibido, pues te conviertes en un siútico, en un arribista, pues el esfuerzo por progresar sólo se queda en la farsa sin contenido de los llamados progresistas.
A la política y a la concertación le pasa lo mismo. Con un discurso de Ricardo Lagos que fue una mera puesta en escena preparada una vez más por las cúpulas, un traspaso de padres a hijos, la reproducción de la clase dominante que intenta enmascarar que no hemos aprendido y que cuando se habla de rostros nuevos, de nuevas formas, estamos hablando precisamente de hacer un relevo donde no se repitan los apellidos, las familias y los lotes. Por ahora parece que no escuchamos nada.
El cambio no llega sólo, se construye. Tampoco llega de sopetón, sino que es de largo aliento, no se trata de mandarlos a todos para la casa, pues en política nadie muere para siempre. Esto lo saben los españoles, que con un líder con un potencial inmenso en Europa como lo es José Luis Rodríguez Zapatero, este joven y renovado político no ha dudado en citar a los desgastados hombres y mujeres de Felipe González para dar refuerzo y legitimidad política a un gobierno que no ha tenido el camino fácil, en un medio político sorprendentemente rudo. Incluso hoy mismo, vistiendo la presidencia europea, uno de sus mayores consejeros resulta ser Felipe González.
Sin duda la Concertación necesita de todos, de los de ayer, de los de hoy y los de mañana, pero en un nuevo trato, con nuevas prácticas, nuevas reglas del juego. Por ahora eso no parece darse, todo lo contrario hay una mirada complaciente, los discurso pasan por la derrota como si no estuviese allí, dicho sea de paso varios no tendrán problemas, pues no perderán sus trabajos, pero la gran masa concertacionista que caerá en la frustración, por ahora no tiene ni discurso, ni proyecto por el cual encantarse y volver a salir. Todo huele más bien a quién se queda con el poder de los que se van para volver a reinar el 2014, un proyecto más bien mediocre y cortoplacista. Pues la Concertación necesita más que nunca de una reflexión profunda y descarnada, la coalición saliente necesita preguntarse hoy: ¿Vale la pena seguir siendo coalición?
Si Chile cambió la pregunta es plausible, pues deberemos preguntarnos si la famosa política del acuerdo no es una invitación engañosa a conservar el establishment, a conservar el estatus quo que la ciudadanía le ha gritado dos veces en las urnas que ya no sirve para hacer política.
Si cabe entonces una coalición que posiblemente ya no sirva para avanzar en el camino no sólo del desarrollo económico, sino en devolverles a las y los ciudadanos la capacidad de ejercer la política.
Las tareas por delante de los partidos están en profundizar la democracia, acabando con sistemas donde la voluntad popular se pierde, con una pantomima de participación que no existe y que en realidad mantiene a raya el movimiento social y político.
En una nueva economía que apuesta por la vanguardia, la investigación, la innovación y el talento. Una economía justa con todos, que contribuya al desarrollo de los ciudadanos dando garantías y no ofreciéndose sin condiciones al mercado internacional.
Un nuevo Estado, descentralizado dando a sus regiones la autonomía de llevar a delante sus propios procesos de desarrollo local, contribuyendo con una mejor redistribución de la riqueza y devolviendo como he dicho antes la virtud política a sus ciudadanos.
El progresismo tiene contenido, no es una palabra al aire, y tiene familia, se llama izquierda. Una izquierda progresista y moderna es la que es capaz de avanzar hacia el desarrollo colocando siempre por delante los intereses de los que menos tienen.
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