EL NUEVO ESCENARIO POLÍTICO CHILENO Y EL SENTIDO DE LA OPORTUNIDAD
“Chile cambió”. Una frase que hoy y mañana se convertirá en objeto de análisis, sus causas y consecuencias, las variables del cambio chileno serán interpretadas desde todas partes e intentando recrear una realidad mas cercana a las conveniencias. En donde sin duda esta frase tiene un calado contingente pero también de mediano plazo es el escenario político, un escenario que se encuentra en el momento justo de cambio social, en el momento donde incluso es más complejo definirle.
El origen o la base fundamental de los procesos se encuentran en la coalición gobernante, la concertación de partidos por la democracia es causa y efecto de sus propios procesos, de sus acciones y omisiones, de sus dichos y silencios durante los veinte años de transición democrática. Una transición exitosa pero que hoy, como cuerpo político, no responde a los cambios que el país esta manifestando producto de un sin fin de variables sociales, económicas y culturales. No quiero decir que con ello que la Concertación no tenga nada que ofrecer al día de hoy y en el proyecto futuro, pero lo que es innegable son esos cambios que hoy se manifiestan, donde existe falta de atención por parte de una generación de políticos que no han sabido leer entre líneas. Una emergencia que también la experimentan las generaciones de políticos más jóvenes dentro de los partidos, con cargos y sin cargos que mantienen un pensamiento crítico, pero una acción moderada tanto por falta de liderazgo, como por condiciones objetivas derivadas del sistema en el mercado del trabajo estatal.
El actual candidato Marco Enríquez-Ominami ha construido innegablemente un liderazgo o mejor dicho una serie de circunstancias estructurales de cambio en combinación con su acción individual han producido una fórmula que desencadena innovación y procesos de transformación. Puesto que el escenario político predominante en nuestro país agrupaba a dos grandes coaliciones en torno a dos historias, ello vertebraba el sentido de la política chilena, la aceptación de la comunidad y la construcción de un status quo que se ha mantenido durante estos últimos veinte años.
Un cambio generacional que viene a ser objeto de una connotación de un sin fin de procesos culturales y económicos de la sociedad, alimentan la base para que todo esto se vaya desarrollando. Las elecciones presidenciales de este próximo mes de diciembre no sólo serán un cambio de presidente, sino la fecha icónica de un nuevo escenario político con más de dos grandes coaliciones. Un nuevo mapa, más pluripartidista que antes, menos atado a compromisos del pasado y sin duda alguna más complejo de lo que parecía ser hasta ahora. Pues más jugadores en el juego por el poder implica al menos dos opciones posibles: la inestabilidad al no poder poner de acuerdo a todos los sectores entorno a los desafíos y tareas de país; o bien un nuevo trato de consensos y negociaciones muchas veces diversas de lo que será la ruta política chilena. Creo personalmente que se dará la segunda, pues las y los chilenos hemos aprendido bien la importancia de mantener una estabilidad política e institucional para continuar la persecución del desarrollo.
En este nuevo escenario será absolutamente importante el sentido de oportunidad. Puesto que como dije la figura de MEO no hace más que simbolizar un proceso más profundo, donde actores del ámbito político han esperado (o construido con menos éxito) que se abra este espacio para dar no sólo un recambio generacional, sino una transformación de todo el esquema tradicional.
Gane quién gane la política en Chile ya no será la misma, pues existen pruebas de que se puede cambiar y se está cambiando.
Quienes sean capaces de visualizar el momento preciso se irán incorporando este nuevo escenario y comenzarán un nuevo proceso, con elementos propios del pasado, pues la historia terminará pesando al fin y al cabo, pero también con nuevas ideas que llevan incubándose en la mente de una nueva generación en el país.
En el caso de darse la alternancia en el poder con un gobierno de derecha, algunos podrán pensar que será el espacio para relegarse o bien para mirar los cosas con más distancia. Sin duda ese cálculo no es del todo viable, pues es en momentos de crisis (para este caso la crisis de una coalición que sale) la que gestará un nuevo impulso, un nuevo discurso político que defina el marco de acción en la política chilena de las próximas décadas.
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