Parece tan sólo ayer que iba al colegio
Madrid, abril 30 de 2007.
Parece tan sólo ayer que iba al colegio, que jugaba con la cola fría creyendo que era una pistola y allí en el patio del colegio luchábamos los celestes contra los rojos. Pero hoy cuando el tiempo pasa y nunca imagine estar tan lejos de casa, estar realizando tantas cosas que de verdad nunca pensé.
De niño caminaba a la escuela entre la calle Barros Arana hasta Libertad con Vivar, en ese espacio de no mas de 15 minutos, soñaba con lo que sería mi vida. Yo quería ser médico, aún lo recuerdo, quería tener mi propio hospital y casarme con la que entonces era el amor de mi vida. Que claro este era platónico ya que yo tenía algo así como 11 años y ella ya ni siquiera iba al mismo colegio. Cada año (o por lo menos dos) la invitaba a mi cumpleaños, yo ya no vivía en el mismo lugar, pero en la tarjeta de cumpleaños - comprada por supuesto en la casa del cumpleaños de mi ciudad natal-, indicaba con exactitud la dirección, acto seguido mi imaginación volaba pensando en el único momento de mi cumpleaños que me haría feliz, su llegada a él, es muy raro como puedo recordar estas cosas con tanta claridad.
Pero bueno la verdad es que todo era en vano, no tan sólo por el hecho de que era demasiado niño para cumplir todos esos sueños, sino porque por alguna razón ella nunca pudo ir, aún cuando siempre se disculpo por su ausencia. Tantas cosas que han pasado hasta hoy desde aquellos momentos, pero parece que algo no ha cambiado, ¿qué es? Sin duda es que nunca he dejado de soñar con encuentros románticos y maravillosos, pero también hay otra cosa que no ha cambiado, como aquella vez en la niñez las cosas no se han cumplido.
No me puedo quejar del todo ya que he tenido momentos felices inimaginables para mí, incluso de niño, tal vez por eso mismo sean tan únicos y preciosos, bellos e inesperados, imborrables a pesar de todo.
Tampoco es que este viejo, tan sólo llevo un cuarto de siglo pero las cosas han cambiado, los amigos también crecen, nada ya es igual. Se van formando familias, concretando sueños y también algunos de mis amigos se han dado contra la pared y tal vez esos sueños para ellos nunca se cumplan, se conformen con la vida que han construido, aunque ello no signifique que dejen de ser felices.
A veces pienso en que elegiría si tuviera esa oportunidad. Quizás elegiría tener una vida sencilla, haber estudiado algo práctico, nunca a ver salido del país, no saber más que de mi propio entorno, tener una pareja que me quisiera aunque… hijos, una vida común, sencilla y tan buena o mejor que otras. Aquí sólo en una ciudad inmensa y llena de cosas que no son las mías, donde tengo que contarle mis secretos a una página en blanco sin la mas mínima respuesta.
¿Y se supone que me comeré el mundo?, que tengo privilegios que en esas caminatas de niño al colegio no imagine, como tampoco imagine enamorarme de ellas y nunca siquiera logre predecir todo lo que sentí y lo que siento hoy. Porque a pesar de todo lo que pasa y que cada minuto me entrega cosas nuevas, no puedo evitar pensar en cuando era niño y recordar tantas cosas simples que me han hecho feliz y que sin lugar a dudas han servido para construir esta vida que tengo.
No soy mejor ni peor que nadie, pero cada día me preguntó si cambiaría algo de lo que tengo, será porque le tengo al de miedo a ir creciendo y que mi vida vaya cambiando, a quedarme sólo o lograr ese éxito que no esconde otra cosa más que el fracaso. Porque si algo he comprendido en todo estos años desde Libertad hasta Betanzos es que el triunfo de la vida no está en los títulos, ni el dinero, ni en la política, el triunfo ese éxito cultural en el cual creemos al menos lo que hemos crecido mirando la tele, es en tener esas pequeñas cosas que son las más grandes. Esas cosas que por algún motivo nos hacen sentir lo que algunos llaman felicidad.
Hace poco le preguntaba a unos jóvenes que era el amor, es un trabajo para la universidad, ahora que debo concluirlo tengo más preguntas que ellos y no se siquiera si seré capaz de contestar a mis propias preguntas.
La soledad que me acompaña hoy se ve suavizada por esa imagen de estar en donde otros no están y de poder ver lo que muchos nunca verán. Todo va cambiando y se vuelve más confuso, parecía que de niño las tenía más claras, nunca olvidaré los paseos con mí madre, ambos soñábamos juntos y creo que al menos en parte yo he cumplido el suyo.
Yo sigo soñando, aunque detrás de mi millón de proyectos producto de una vida mirando tele hagan parecer que encajo perfectamente en una sociedad, lo que yo quiero es mucho más simple, pero muchísimo más complejo de alcanzar. Sin duda en 50 años más estaré frente a no se que formato de hoja en blanco para intentar contarle mi secreto nuevamente a mi amigo Gaspar, ojala que para esas alturas haya podido encontrar lo que hoy parece aún estar lejos, como en aquellas caminatas mías donde lo que soñaba era todo lo que tenía.
…que amarrado a la montura, se lo llevan lejos de la capital… Saben yo cantaba esto cuando era niño en el colegio, allí a pesar de todo fui muy feliz, todos los que pudieron ser malos recuerdos, nunca se han quedado en mi memoria, sólo los buenos, los hermosos que me han enseñado junto con mi familia a ser lo que soy hoy.
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