El oficio de columnista
Nuevamente Patricio Navia destaca con este excelente artículo titulado "el oficio de columnista". Dejo un extracto para que lo puedan enlazar.
Porque nadie estudia para ser columnista, el oficio de comunicar ideas y mensajes en artículos cortos (nunca más de 600 palabras) se aprende fundamentalmente con práctica. Pero si las columnas no provocan reflexión en los lectores (aun si es para buscar argumentos que rebatan lo que allí se plantea), los columnistas no están haciendo bien su trabajo. Además, si bien cualquier provocador puede llamar temporalmente la atención, la profesión de columnista requiere una constancia y una disciplina que hace que los únicos capaces de influir en este oficio sean los más pacientes y los más perseverantes. A diferencia de los artistas –por cierto que la mayoría de los géneros literarios son arte– los columnistas se miden mucho más por el promedio de calidad de su producción que por celebrados aciertos ocasionales. Aunque algunas sean mejores que otras, ninguna columna es responsable de que un columnista deje huella. Así como ocurre con los actores de teatro, a los columnistas se les mide por su carrera más que por una actuación brillante.
Decálogo de columnista
El desafío de todo columnista se puede dividir en tres partes. Primero, hay que tener algo novedoso, medianamente inteligente y preferentemente provocador que decir. Segundo, hay que saber ordenar los argumentos en forma clara, simple y estructurada (los títulos deben ser llamativos, aunque no sean estrictamente exactos). Finalmente, hay que tener ciertas habilidades técnicas de buena pluma. Este último punto no es trivial. La técnica sí importa. Se deben privilegiar las oraciones cortas, los adjetivos acotados, los sustantivos precisos, los verbos exactos, el uso limitado de modismos, los datos precisos y (por sobre todo) reducir al máximo las citas a pensadores famosos. Todo buen columnista evita insultar la inteligencia de sus lectores (“como bien nos enseñó Tucídides…” o “Chile y Bolivia tienen un problema que se arrastra desde 1879”). Pero todo buen columnista sí busca provocar a sus lectores a pensar sobre un problema conocido desde una perspectiva distinta que sea además convincente.
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