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Charles Tilly: Los movimientos masivos en el siglo XXI

Charles Tilly: Los movimientos masivos en el siglo XXI

Un magnifico artículo sobre el Sr. Charles Tilly sociologo que se plentea muy bien los problemas que atraviesa el mundo de hoy. Pronto más comentarios.  Ahora los dejo con el artículo. Agradezco a mi amigo Victor León Osandon por enviarlo a mi gmail.

Charles Tilly: Los movimientos masivos en el siglo XXI


Internet podría reforzar la tendencia de muchas ONG de buscar una visibilidad mediática como un objetivo principal, una trampa común debido a que la publicidad crea la apariencia de éxito.



Geoff Mulgan
Director de la Young Foundation
Charles Tilly: perspectivas para entender el mundo
El sociólogo más prolífico de EEUU es un desconocido en Gran Bretaña. Tilly opina sobre todo, desde las protestas callejeras hasta la persistencia de la desigualdad.
¿Por qué los sueldos de las mujeres son más bajos que los de los hombres? ¿Por qué hubo disturbios en algunas ciudades del noreste de Inglaterra en 2000 pero no en Londres? ¿Qué importancia tienen los bloggers o el Foro Social Mundial?
Una de las características extrañas de nuestra época es que las personas educadas pueden vivir tranquilamente sin tener idea de cómo responder preguntas de este tipo. En décadas recientes, hemos visto un gran progreso en la comprensión pública de la ciencia, gracias a muchos expositores brillantes. En el campo de la historia también ocurre que algunos de los pensadores más originales son comunicadores de primera clase. Gran parte del ámbito de la económica ha penetrado el sentido común, sobre todo aquel que corresponde a los legisladores de todo el mundo. Sin embargo, la sociología ha virtualmente desaparecido del panorama. Su auge hace una generación parece pertenecer a otra época. En consecuencia, muchas personas dependen de marcos interpretativos muy simples a fin de darle sentido a lo que ven en su entorno o en las noticias. Por ende, los conflictos entre los musulmanes y cristianos se atribuyen a la cultura o historia. Las brechas de género en los salarios se interpretan como consecuencia de la misoginia. A Internet se le adjudican poderes mágicos capaces de contrarrestar multinacionales o gobiernos.
Charles Tilly es probablemente el más destacado exponente de la sociología teóricamente rigurosa. Tal vez por el relativo desapego de la sociología en Gran Bretaña, Tilly permanece prácticamente desconocido fuera de círculos académicos, a pesar de que es, sin duda, el pensador más productivo de las ciencias sociales estadounidenses, abarcando temas tan diversos como el auge del Estado en Europa del siglo XVIII, pasando por la desigualdad racial, la violencia política y las condiciones para la democracia en Asia Central. En cierto sentido, Tilly es anticuado, ofrece explicaciones y muestra cómo algunos sucesos conducen a otros. Sus relatos contienen personas, historia y dramas reales, y ofrecen lecciones respecto de cómo el cambio se puede conseguir con más facilidad.
Al igual que todos los mejores sociólogos, su trabajo empieza con la observación minuciosa. Un buen ejemplo de esto es su análisis de brechas salariales, un fenómeno que Tilly ha investigado en conjunto con otras desigualdades en su libro “La desigualdad persistente”. A los economistas se les ha hecho difícil explicar por qué el género sigue incidiendo en los salarios debido a que en un mercado laboral que funcione correctamente, los empleadores deberían contar con incentivos para compensar a las mujeres tanto como a los hombres a cambio de sus habilidades. Tilly señala que una observación cuidadosa de cómo las remuneraciones y puestos de trabajo funcionan en el mundo muestra que el factor determinante más importante son los cargos que la gente desempeña. Las diferencias en los sueldos según género por los mismos cargos son leves (aunque la combinación de la mayor agresividad de los hombres y una persistente discriminación significa que aún no han desaparecido las desigualdades). “Debido a que la compensación varía sistemáticamente según el cargo, la pregunta clave no es, ‘¿Por qué los jefes discriminan contra las mujeres?’ sino ‘¿cuál es el proceso por medio del cual las mujeres optan por cierto tipo de trabajo y los hombres por otros?’”, dice Tilly.
Las respuestas están en los procesos de autorreproducción. Por lo general, los trabajos son designados por quienes ya desempeñan el tipo de cargo, y, consciente o inconscientemente, suelen favorecer a personas que se semejan a ellos, a veces debido a que se sienten más cómodos y a veces como un mero favor. Nada de esto se puede clasificar como discriminación consciente. Pero dónde sea que exista una línea divisora entre “nosotros” y “ellos” (por ejemplo, hombres y mujeres, blancos y no blancos), las personas suelen establecer barreras adicionales. En algunos casos, son ocupacionales: las que existen entre médicos y enfermeras y que han permitido que los hombres profesionales acaparen las oportunidades. Otras podrían ser barreras culturales, tal como la familiaridad con la alta cultura que ha sido el requisito para avanzar en algunos sectores de la administración pública. No obstante, el efecto neto es que muchas desigualdades son “duraderas”: sobreviven durante largo tiempo y se expresan por medio de sencillas líneas divisorias del tipo nosotros/ellos.
¿Qué se puede hacer? Las leyes que prohíben la discriminación son necesarias, pero no generan las condiciones que se requieren para el cambio. “Si se desea cambiar el equilibrio de oportunidades, es necesario insertar a los grupos desaventajados en estructuras autorreproductoras. Por ende, si se establece un nuevo lugar de trabajo, es preciso que un núcleo proveniente de ese grupo esté presente entre los nuevos empleados”, dice Tilly. Otra alternativa sería intentar remover algunas barreras a la movilidad, como las demarcaciones profesionales que tradicionalmente impedían que las enfermeras desempeñaran funciones más altas. Si se desea mejorar la posición relativa de una minoría étnica, como los mexicanos en Nueva York, es necesario dirigir las oportunidades de trabajo a sus redes y a las iglesias, observando que cada vez más, las iglesias protestantes están reemplazando las católicas como sedes mexicanas en Nueva York. El punto es que las grandes políticas respecto de la discriminación y las minorías no consideran el nivel en el cual los procesos clave están ocurriendo”.
Estos procesos de acaparamiento explican algunas dinámicas de la movilidad social, incluida la reciente información que sugiere que la movilidad relativa se ha paralizado o se está acabando en Gran Bretaña y Estados Unidos. Las personas con más ingresos se han hecho más adeptos a aferrarse a las oportunidades, recurriendo a la educación, a profesores privados y al capital cultural a fin de superar las políticas para fomentar la meritocracia. El resultado podría ser un desplazamiento en la estructura de las oportunidades que es invisible si sólo se estudia la distribución de los ingresos. “Estudios recientes en Brasil, por ejemplo, muestran que tiene una estructura de clase cuya forma semeja a un reloj de arena con la parte inferior muy grande. En esta parte inferior hay un sistema en el que, durante las últimas dos generaciones, las personas se han desplazado desde la agricultura hacia los empleos de baja remuneración en los sectores de servicios y manufactura, y hay mucha movilidad. Luego, está la sección angosta del reloj de arena. Esta parte de la estructura es mucho más angosta hoy en día que en el pasado, y más arriba, circulan las élites educadas, las cuales también tienen mucha movilidad. Debajo de la parte angosta se encuentran casi todos los descendientes de la población negra africana. En su totalidad, la movilidad social no ha cambiado mucho, pero la posibilidad de desplazarse desde el sector agrícola al sector de las élites, se ha disminuido drásticamente”, señala Tilly.
Por sobre todo, el interés principal de Tilly son las relaciones entre las personas y el cómo las personas cambian debido a sus relaciones e interacciones. Ha criticado algunos de los análisis oficiales del terrorismo provenientes del Estado que se concentran en los estados anímicos como, por ejemplo, la humillación. “Cuando hablamos de terror, el comienzo de la sabiduría es reconocerlo como una estrategia y entender que es parcial, a menudo enfrenta a personas impotentes con enemigos muy poderosos o viceversa”.
Sostiene que el pensamiento social del siglo XX ha sufrido de dos defectos comunes. El primero es su tendencia de percibir, con demasiada rapidez, las cosas como sistemas, tal como lo hace en sus obras Talcott Parsons. “Hablamos de sociedad y comunidad como si fuesen objetos reales, pero son palabras y no objetos. Para evaluar si algo es o no es un sistema es necesario identificar algunos atributos, tal como la homeostasis y la coordinación, que están presentes en las organizaciones (y gobiernos) pero que sólo existen hasta cierto grado en las sociedades nacionales. Usar con demasiada facilidad palabras abstractas como ‘sociedad’ le quita importancia a las múltiples redes y relaciones que constituyen la realidad de la vida social y que a menudo traspasan las fronteras nacionales”.
El otro defecto ha sido concentrarse demasiado en las intenciones y conciencia individuales, tal como ha sido el caso de la economía, la cual se basa en un conjunto de supuestos acerca de la motivación individual. Las restricciones de una ciencia social que se basa demasiado en las intenciones individuales y maximización de los intereses se pueden ver en lo que se denomina el “juego del ultimátum”. Un experimentador entrega a alguien 100 dólares y luego permite que le ofrezca a una tercera persona parte del dinero. Si no se llega a un acuerdo, ninguno de los dos se queda con dinero. “Según la economía ortodoxa, si yo me quedo con 99 dólares y te doy aunque sea sólo un dólar, tú deberías quedar satisfecho, debido a que tiene más de lo que tenías antes. Pero el hecho es que ningún participante en este experimento en cualquier país acepta una oferta tan baja. La oferta normalmente varía entre 60 a 40. A veces es de 50/50. Para entender esto, no basta con sólo preguntar cómo los individuos procesan las experiencias como individuales; es necesario ver las relaciones entre las personas y entender por qué son importantes”, dice Tilly.
La preocupación con el bienestar humano representa una nueva y positiva ampliación de la economía. Toda la evidencia disponible indica que las relaciones personales, el matrimonio, la amistad y el pertenecer son factores clave para la felicidad de los humanos, y que todos estos vínculos hacen cambiar lo que somos. Pero la economía individualista no cuenta con ningún concepto sólido que ayude a entender cómo las personas se comparan unas con otras o por qué ellas forman relaciones.
Charles Tilly, en su libro más reciente, “Movimientos sociales 1768-2004”, vuelve a un tema que desarrolló en los ’80: el auge y papel de los movimientos sociales. El libro proporciona una síntesis de la historia a partir de 1768, la era de John Wilkes, hasta la de Greenpeace. A comienzos del siglo XIX, las campañas británicas contra la esclavitud y en favor de la emancipación católica inventaron casi todas las formas de activismo conocidas en la actualidad, desde las manifestaciones y peticiones públicas hasta las organizaciones con membresía masiva. Una de las preguntas sin respuesta acerca de los movimientos sociales es hasta qué punto ellos serán transformados por Internet. Sin duda, la red ha facilitado la coordinación de grandes números de personas y de pequeñas organizaciones, entre lo que Howard Rheingold ha denominado “multitudes inteligentes”. Ha ocurrido, en el pasado, que algunas ideas se han propagado casi como una plaga, cruzando fronteras nacionales, tales como la revolución paneuropea de 1848, o el Mayo de 1968 o la caída del comunismo en 1989. Pero la coordinación global se ha facilitado y se ha convertido en algo mucho más común, como lo mostraron las manifestaciones globales en contra de la intervención estadounidense en Irak, en febrero de 2003, o las protestas contra el G-8.
No obstante, sería un error concluir que Internet ha debilitado en forma irreversible el poder de los gobiernos o transnacionales. En primer lugar, el acceso a Internet sigue restringido a alrededor de 15% de la población mundial. Ha incrementado la velocidad de las comunicaciones entre las élites, incluidas las élites de las ONG, pero según afirma Tilly, podría reducir aún más la comunicación con los marginados. También podría reforzar la tendencia de muchas ONG modernas de buscar una visibilidad mediática como un objetivo principal, una trampa común debido a que la publicidad crea la apariencia de éxito. También es verdad que Internet no ha alterado la característica básica de los movimientos sociales, o sea, que rara vez influyen salvo donde las élites están divididas. Las protestas contra la globalización en Seattle sólo impactaron en la medida que fortalecieron a las personas dentro del Banco Mundial o gobiernos nacionales que querían destinar más atención hacia la pobreza. “En todo momento en que la representación masiva de demandas ha generado una respuesta, casi siempre hay alguien en el establishment que concuerda con aquellas demandas”, señala Tilly.
El cambio económico y la innovación constituyen ejemplos de temas que no pueden ser comprendidos de modo correcto sin la sociología. Tilly cita un estudio clásico de la innovación efectuado por Johan Murmann, uno de sus alumnos. “La invención de anilinas sintéticas para la industria textil tuvo lugar en Gran Bretaña durante el siglo XIX. Pero ya en 1914, Alemania contaba con 95% del mercado, aun cuando Gran Bretaña seguía siendo el centro textil del mundo. Por ende, Gran Bretaña pasó de ser una gran fuente de innovaciones a ser sólo un consumidor de tecnología alemana. Lo que Murmann señala es que la separación entre empresas, gobiernos y universidades en Gran Bretaña impidió la colaboración y creó un estado de sospecha mutua. En Alemania, en tanto, estas entidades se confabularon entre sí y los científicos participaron en el circuito, yendo desde el comprador a la universidad y al Gobierno y así sucesivamente, enriqueciendo el sistema y ayudándolo a adaptarse”.
¿Puede la sociología ayudarnos a pensar acerca de la política y las elecciones estratégicas que la sociedad enfrenta? Tilly señala que un mayor conocimiento sociológico podría, al menos, aclarar la naturaleza de las elecciones ideológicas. Cita el trabajo de Robert Goodin y sus colaboradores (“Los mundos reales del capitalismo del bienestar”), quienes intentaron analizar cómo se desempeñan los distintos sistemas -el conservador, el liberal y el socialdemócrata-, en lo que se refiere a entregar resultados a sus ciudadanos. “El estudio utilizó una serie de datos de largo plazo provenientes de Estados Unidos, Alemania y los Países Bajos, que monitorearon las vidas de distintas personas anualmente entre fines de los ’70 y comienzos de los ’90. A fin de evitar la parcialidad ideológica, el estudio tomó como partida los criterios que los representantes de cada sistema consideran clave y luego observó los sucesos concretos, por ejemplo, la relación entre la seguridad y el emprendimiento competitivo. Las conclusiones de la investigación resultaron ser bastante claras: la democracia social sacó el puntaje más alto en todos los resultados moralmente deseables de cualquier sistema de bienestar.

 

 

3 comentarios

Gabriel -

Muchas gracias

Gonzalo Prieto -

Lamento mucho no poder darte la referencia exacta, este artículo lo he recibido por email y no tengo su fuente.

Espero que de todas formas el artículo te sirva. Un saludo

Gabriel -

Estimado Gonzalo, gracias por difundir este interesante artículo. ¿Podrías señalar la cita bibliográfica completa y el link correspondiente? Me sería de mucha utilidad. Muchas gracias.