El desafío mundial
Consideraciones sobre el mundo en que queremos vivir.
Por: Gonzalo Prieto Navarrete
Desde hace algunos meses, vivo en un departamento grande, con otros cuatro compañeros. Al poco tiempo de vivir allí me fui percatando de algunas cosas muy interesantes que tienen que ver con la cotidianeidad de vivir en una casa como todos nosotros.
En mi casa somos cinco personas, por tanto usamos la ducha un mínimo de cinco veces al día, como todos tenemos vidas independientes (quiero decir con ello que no somos una familia tradicional) cada uno realiza las compras de manera personal, cocina por tanto cada uno de forma independiente, nuestro consumo de energía eléctrica y agua es abundante. No obstante, la mayor evidencia del consumo ingente de recursos se ve materializada en la basura.
La basura es un buen indicador para saber cuanto consumimos y que consumimos diariamente, desechamos una media de tres bolsas de unos 3 kilos aproximadamente en mi casa. La multiplicación semanal, mensual y anual es increíble. Si a ello sumamos el resto del consumo en agua y energía ya podrán ir calculando.
El mundo es como una casa y nuestros gastos, nuestro consumo diario al igual que una casa particular, necesitan de recursos cuantiosos para desarrollar las más mínimas acciones. Si a ello agregamos que quienes demandan eso recursos, las personas quienes habitan esta gran casa llamada Planeta Tierra, aumentan considerablemente cada año. A pesar de la caída de la natalidad y el aumento de la esperanza de vida de los países desarrollados. Podremos constatar que nuestro ritmo de vida global esta acabando con esos recursos necesarios para poner en marcha todo aquello que conocemos, y que gravemente somos inconcientes de cómo estos recursos se producen y dan marcha a la vida misma.
Los recursos de acaban y tardíamente estamos tomando consciencia de que debemos cambiar estructuralmente nuestra forma de vida, la utilización de esos recursos. Es necesario tomar conciencia plena de la situación y aumentar la celeridad en los cambios necesarios para adelantarnos (aunque ya vamos muy tarde) a las consecuencias de más de un siglo de depredación del ecosistema.
Es volver al discurso Maltusiano como planteamiento del problema. Y ser capaces de redireccionar las decisiones políticas, económicas y por sobre todo la transformación cultural que implica darnos cuenta de lo que esta pasando día a día. Muchas veces el problema nos parece tan lejano, nos hablan del calentamiento global, nos dicen que Groenlandia se derrite dos centímetros más de lo normal, lo vemos por la tele y parece que no nos alcanza y que aquel es un problema de otros. Pero no es cierto.
Por ello es importante ejemplificar que estás prácticas, estos hábitos enraizados en una cultura del consumo devorador e incapaz de convivir con nuestro medio natural, en ejemplos de la vida diaria que permitan ser internalizados y reproducidos. La educación aquí es fundamental, como institución central en la socialización, la familia, las administraciones públicas, los medios de comunicación, las organizaciones sociales, las empresas.
Hoy el discurso sobre la sustentabilidad es eje central mundial, todos hablan de ello, pero no basta, ese es sólo el primer paso, pues debemos pasar al segundo nivel. Este nivel es la intervención real en nuestro modelo social, político y económico. Pues un día en mi casa ocurrirá que abriré el grifo y puede que no salga agua como hoy, sino que tendré que pasar tarjeta y comprar los litros necesarios para ducharme y cocinar. Pasará que cuándo deje la basura en el contenedor, no habrá contenedor o tendré que pagar porque me retiren la basura. Pasará que cuando vaya a comprar comida está me cueste más que comprar un teléfono móvil de última generación; pasará que el mundo ya no será un mundo habitable, pasaremos a sobrevivir en él. Un Apocalipsis que es absolutamente evitable, siempre y cuando las tareas para ello comiencen hoy.
Es la oportunidad y tal vez la última que tenemos de escucharnos a nosotros mismos y mirar hacia atrás, hacia dentro de nuestras culturas originarias que tan bien aprendieron a convivir con la naturaleza, a diseñar un mundo donde la calidad de vida, el bienestar no está reñida con la libertad y el progreso, pero si estará basada en una nueva ética que nos permita ver un mañana con un cielo azul, donde los que vienen no tendrán que mirarnos a nosotros con tristeza y desprecio por los actos cometidos.
Todos podemos hacer algo, comencemos por nuestras casas y defendamos aquellas ideas que están en la mira de construir un mundo mejor de cómo lo encontramos.
0 comentarios