Decálogo para Bachelet por Patricio Navia.
Sin lugar dudas Patricio Navia demuestra toda su capacidad intelectual de la Ciencia Política en este artículo que me ha dejado muy interesado de releerlo más de una vez, para lograr comprender cada detalle e incluso ir relacionando este decálogo con otros mandatarios Chilenos. Dejo un estracto del decálogo para que continuar su lectura en el blog de Patricio Navia. Y subrayo la frase siguiente:
Es verdad que cada mandatario debe forjar su propio legado. Pero ningún presidente ha reinventado la rueda.
Ahora que la Presidenta los ha puesto de moda, resulta inevitable imaginar un decálogo para la Presidenta escrito con la experiencia acumulada por errores y aciertos de gobiernos anteriores de la Concertación. Ya que al final del día el gran responsable de nombrar y remover ministros es el ejecutivo, el éxito o fracaso de un gabinete depende de la capacidad del presidente de armas buenos equipos. Como los entrenadores de fútbol, los presidentes también pueden escoger jugadores no aptos o poner buenos jugadores en posiciones equivocadas. Como ya hemos aprendido de experiencias presidenciales anteriores, los ocupantes de La Moneda han tenido aciertos pero también han cometido errores cuando han nombrado ministros para las diferentes carteras. Más aún, los éxitos y fracasos de gabinetes anteriores se pueden explicar también por la estructura de incentivos positivos y negativos que implementan los mandatarios desde La Moneda. La forma en que terminan operando los gabinetes ha cambiado de administración en administración porque todos los mandatarios han privilegiado cierto tipo de personalidades al realizar sus nombramientos y porque la estructura de incentivos ha variado de presidente a presidente.
Al hacer pública admonición a los miembros de equipo, Bachelet reconoció que el diseño inicial de su gobierno no está funcionando bien. Comprensiblemente, la Presidenta optó por responsabilizar a sus ministros y subsecretarios. Pero la responsabilidad última siempre recae en quién nombró a los ministros y diseñó la estrategia de incentivos del gobierno. Nadie puede culpar a los ministros si el bosquejo de juego es el errado. Por eso, bien vale la pena hacer un repaso de lo que podemos llamar un decálogo para los presidentes. Más allá de los estilos y énfasis de cada mandatario, hay obligaciones, responsabilidades y estrategias comunes a todos los que ocupan el sillón presidencial en La Moneda.
Primero. La Moneda tiene que ejercer autoridad. El buen trato y la cercanía que la presidenta puede querer privilegiar no deben reemplazar a la necesidad de ejercer adecuada y efectivamente la autoridad que el propio electorado depositó en la primera mandataria. El poder ejecutivo ha sido mandatado para gobernar. En un contexto de democracia saludable, con instituciones independientes que funcionan, la autoridad reside en el ejecutivo. En otras palabras, La Moneda debe saber que una de sus atribuciones es cortar el queque. En consecuencia, una de las principales obligaciones de un buen mandatario es saber cortar el queque. Si bien la legitimidad de un gobierno inicialmente reside en su origen mayoritario, son los logros y resultados concretos los que le permiten ir ganando o perdiendo legitimidad a medida que transcurren los meses en el poder. Pero para poder lograr que el país avance, el gobierno primero tiene que dejar en claro que se encuentra firmemente en el control del timón del país.
Segundo. Para poder prever problemas primero hay que saber escuchar. Porque el ejecutivo tiene la obligación de llevar las riendas del país, como todo buen jinete la mandataria es la llamada a prever problemas. Pero como gobernar un país es complejo, la Presidenta debe tener muchos oídos y ojos trabajando para ella. Los ministros naturalmente constituyen una primera línea de apoyo, pero debe haber otros colaboradores también. Un buen segundo piso, con un equipo de asesores ordenado y donde existan también liderazgos claros y legítimos resulta esencial para poder prever los problemas. Todos los canales de comunicación deben estar abiertos. La Moneda debe saber escuchar a sus ministros, intendentes y a todos los parlamentarios. Los ministros deben tener canales abiertos con parlamentarios, alcaldes e intendentes. Los partidos políticos deben tener interlocutores definidos y efectivos. La Presidenta tiene que dejar claro quiénes son las personas que ella escucha, y esas personas tienen que tener oídos abiertos para que todo la compleja red de líderes y representantes de los partidos, el parlamento y otras entidades de gobierno sepan que basta con levantar el teléfono para tener llegada a personas que a su vez tienen llegada a la Presidenta. Hay que tener vocación para escuchar a la gente, pero también hay que ser eficientes y escuchar a aquellos legisladores y autoridades locales democráticamente electas que tienen relación directa con la gente.
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