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Nuestras Conversaciones, el blog de Gonzalo Prieto

La Innovación

Qué es la innovación?
¿De qué hablamos cuando hablamos de INNOVACION?, esta es una de las grandes interrogantes que tenemos que hacernos como pais, los paises que mas han avanzado en los ultimos años se lo han preguntado y encontrando una respuesta adecuada a dicha interrogante. Esta conversacion debemos darla en el país, por ahora creo conveniente entregar la visión que da Fernando Flores sobre esta interrogante.

"Uno de los consensos que existe hoy en Chile es que la innovación y la educación son dos de los principales “cuellos de botella”. Se trata de dos ámbitos que, siendo autónomos, no están desconectados y tienen puntos en común. Al respecto, lo único que hace referencia al tema es el Informe sobre Competitividad y lo señalado por el World Economic Forum, pero de ahí para adelante, no hay mayor debate ni compresión del tema. Nadie entiende por qué esto es así. Son varias las preguntas en torno a este tema: ¿por qué la innovación se ha puesto de moda?, ¿qué significa innovación en el siglo XXI?Innovación ha habido siempre, pero ¿por qué ahora tiene tanta relación con la economía?, ¿por qué algunos países se meten en el tema y otros no?, ¿por qué se hacen fortunas de empresas tecnológicas, principalmente en Estados Unidos, y por qué en Chile no?, ¿es la innovación pura tecnología o hay algo más?La gran pregunta es ¿por qué Chile está trancado? y ¿qué hay que hacer para des-trancarlo?Lo primero que hay que entender es que estamos hablando de competitividad, y un consiguiente aumento de la productividad. El secreto de una economía dinámica es el aumento de la productividad, pero esa es una de las condiciones y no la única, para ser competitivos.Un segundo tema que hay que entender es el fenómeno de las revoluciones tecnológicas, lo que yo llamo los “tsunamis tecnológicos”, sobre todo en un país pequeño, con menos del 3 por mil de la producción, que no tiene ninguna posibilidad por sí mismo, de parar estos fenómenos. Estamos hablando de fenómenos de la magnitud de la energía atómica, la invención del motor a gas, la llegada de los ferrocarriles, los chips, la biotecnología, la primera revolución industrial, entre otros.¿Qué son estas revoluciones tecnológicas? Y para responder esa pregunta, me inclino por la Escuela Económica Inglesa, y en particular, los trabajos de la venezolana Carlota Pérez, quien se refiere a la “teoría de las grandes olas”. Ella sostiene que cuando se produce -en alguna región- un salto cuántico de productividad, que da origen a cadenas de innovaciones y a un especio para innovaciones disruptivas, terminan no sólo transformando la productividad, sino también reformando la división del trabajo, los límites de las industrias y, también, alternado las relaciones sociales, los valores y estilos de la sociedad.Hoy estamos viendo la última etapa de la Revolución Industrial Manufacturera, cuyo epítome fue el automóvil, los electrodomésticos, la industria del consumo de electrónicos, hasta el “mainframe”. Hoy somos testigos de la nueva esfera que es la industria de micro chips, de los computadores, de las redes digitales, en una estructura de satélites, fibra óptica, redes inalámbricas. Todo esto, con la universalización de lo digital a través de Internet, que tuvo su burbuja financiera el 2001, pero que no por ello ha dejado de ser un fenómeno potente.A su vez, ya estamos en los albores de otra ola, tal vez la más significativa de todas, que es la Revolución Biotecnológica y de bio-materiales, que alterará profundamente la medicina, la agricultura, lo forestal, la ecología, la explotación de minerales, y en último término, la naturaleza y dignidad humana.Hay que entender que cuando hablamos de la economía, nos referimos a la producción y distribución de bienes y servicios, que ocurren en el medio de esta revolución. No existe un mundo de los recursos naturales, puro, que viva al margen de esto.Estas dos revoluciones han cambiado la esencia de la naturaleza, haciendo evidente que todo lo natural lleva el sello de la intervención humana, y que el mundo digital ha hecho del planeta ubico e instantáneo. Todo se conecta como si fuera un sólo punto. Chile no puede seguir pensando sobre dos premisas que discuten el tema tecnológico, porque de lo contrario, nos vamos a estrellar contra un muro impenetrable. Un muro que otras economías y países, que son también fuertes en recursos naturales –Francia, Australia, Nueva Zelandia- lo han derribado.¿Cuáles son estas dos falacias? Lo podemos llevar a la tesis de izquierda y la de derecha. La tesis de izquierda: que dice que innovación es igual a creatividad, porque hay que tener ideas y que estas vienen de gente creativa, con background en el campo de las ciencias. Teniendo una pizca de verdad estas ideas, están profundamente equivocadas en su raíz. A pesar de que muchas veces lo son, las innovaciones no son sólo de productos basados en tecnología. Estas pueden ser en procesos productivos o de relaciones de identidad, de estilo y valores, o una mezcla de todo esto.La innovación tiene que ser competitividad, y ser capaz de atraer clientes que estén dispuestos a pagar por estos bienes y servicios -pero dejando de lado otros bienes y servicios-, que sean competitivos y que los clientes los prefieran, o que den acceso a satisfacciones nuevas. Por ejemplo, un teléfono celular no es lo mismo que uno fijo. Permite comunicación en movimiento, es walkie talkie y GPS al mismo tiempo, sirve para la familia y para el trabajo, en forma indistinta. Un computador equipado de Internet y procesador de texto no es lo mismo que la más perfecta máquina de escribir y sala de télex, y las usan en altas aplicaciones comerciales, la usan científicos, el estudiante, la dueña de casa, algo que quince años atrás era impensable.El problema de pensar las ideas es quedarse en el prototipo, y no darse cuenta que en un mundo globalizado las innovaciones tiene que posicionarse en el corto plazo, en mercados muy amplios, muchas veces planetarios, con un fuerte posicionamiento de marketing. Y además, requiere de la ayuda de financistas especializados, como son los “venture capitals californianos”, y al decir californianos estoy señalando un estilo y concentración que obviamente abarca otros puntos del planeta, que lo que aportan principalmente no es dinero, sino que redes de gestión y posicionamiento para, la mayoría de las veces, emprendedores sin experiencia previa. La segunda idea equivocada es pensar que la tecnología es, básicamente, uso y adaptación de adelantos que están en el mercado. Esto también tiene una pizca de verdad, porque lo bueno continúa y la respuesta a las transformaciones que el mercado está teniendo, generada por esta proliferación de prácticas, hacen que sea imprescindible hacer esto. Sin ir más lejos, ninguna industria ni negocio moderno puede estar experimentando con Internet, a nivel organizacional. Ninguna industria farmacéutica seria puede dejar de considerar lo que está pasando en la biotecnología, pero si sólo se hace eso, se corre el riesgo de que innovaciones disruptivas den origen a nuevos rivales que no operan con la misma estructura de clientes y costos, y que terminan desplazando del poder a los tradicionales, dando origen muchas veces a nuevas industrias y categorías industriales.Existe, por lo tanto, un tercer negocio innovativo, particularmente en el mundo tecnológico, -pero no sólo en él-, que es el intento de crear innovaciones disruptivas. Dada sus nuevas formas productivas, generen excedentes muy atractivos, con nuevos clientes, y que de ser exitosos, logren crear al final, buenos resultados no sólo con los clientes sino también con los mercados financieros. Por lo tanto, resultan ser atractivos, también, a todo tipo de especulación financiera, lo que permite el último salto que es la creación de grandes industrias. La industria que ha dado origen a Microsoft, Google, Cisco, y algunos que ya han desaparecido o han sido absorbidas, pero igualmente muy rentables, como fueron las primeras industrias de procesadores de textos, que terminaron por hacer desaparecer a la vieja industria de “mainframes” de computadores. Sólo IBM ha sobrevivido a todo ese mundo, pero a costa de una total transformación, desde una empresa de hardware a una de servicios, y dejando de ser el gran líder que fue por cerca de 60 años.¿Dónde estamos ahora?El problema de Chile es que no va a poder crecer en base a la exportación de materias primas, básicamente más producción industrial asociadas a estas materias primas, por varias razones. Una de ellas es que las materias primas tienden a buscar competitividad por medio de la utilización de maquinarias e inversiones caras, cuyo aumento de la productividad es en una industria que está fuera de Chile. Entonces, eso nos obliga a pensar en ser un “cluster”. Pero para que los “clusters” funcionen, deben tener en su interior empresas productivas y servicios innovativos, porque de lo contrario el cluster no puede funcionar ni competir con proveedores extranjeros.Esas empresas innovativas, en general, deberán tener un gran componente tecnológico, basado en las ciencias; una alta eficiencia de procesos; que además se hagan cargo de un problema estructural que el país tiene que es su distancia de los centros de consumo. Internet va a hacerse cargo de una parte de esto, pero se requiere una logística integral, con todo lo que significa puertos, aeropuertos, procesos de embarque y desembarque, y una alta eficiencia para poder ser competitivos.La desventaja que tenemos implica que podemos cultivar la ventaja de la logística, distancia que por lo demás también es una ventaja. Por ahora, estamos lejos de los focos destructivos de hombres y terrorismo, lo cual nos hace atractivos y esto unido a su geografía, puede ser fuente de muchas otras ventajas y posibilidades.Nos encontramos aquí con un mundo digital débil. Chile, por ahora, está participando muy poco en la exportación de productos de software y nada de hardware. De lo único que nos podemos vanagloriar es del SII y el Registro Civil, y esto nos indica que lo institucional también puede ser una fuente de innovación. Pero, a pesar de esto, no estamos en el eje, somos adaptadores. El punto que nos debe importar ahora es cuándo se podrían hacer este tipo de cosas. Respecto a la biotecnología y la biología, el país está recién despertando a esa posibilidad. Algunos sectores serán decisivos para el país, en el sentido de tomar algún liderazgo en esta materia, como son la explotación minera y en la industria de recuperación ecológica, donde no existe las mismas reservas ni controversias que en el campo de los transgénicos. Ahí hace falta una inversión decisiva en educación, promoción, proyecto-país, que envíe señales claras de que estamos hablando de una opción nacional, y cuidarse de preparar una generación de emprendedores -junto a la educación científica-, que sean capaces de superar esto.La experiencia indica que en este campo, el período de financiamiento de este tipo de empresas es mucho más largo que en otras áreas, que requieren equipos relativamente pequeños pero con horizonte de financiamiento e inversión de mínimo cinco años, y de aproximadamente US$5 millones anuales. Seis a siete grupos es el máximo que uno puede visualizar de un país que es capaz de ejecutar, en el corto plazo, y poner en marcha. Son US$30 a US$35 millones anuales, por cinco años. Estamos hablando de un presupuesto de US$150 millones para cinco años, lo que probablemente, tiene que ir acompañado de un esfuerzo educativo, de otros US$30 millones, para la educación e investigación.Estas cifras son aproximadas y subjetivas, pero permiten dimensionar el volumen que requiere este proyecto-país, que es relativamente pequeño, considerando la magnitud de inversión pública en otras áreas, el tamaño del país y lo que está en juego.La principal dificultad que tiene Chile no es económica, sino de visión. De darse cuenta de lo que está en juego, las oportunidades y los riesgos. Y después, de acuerdo político, que cree la capacidad en que se exprese en proyectos que tengan las reglas del juego claras, transparentes, para que el país entero vea que en estas áreas más generales se está jugando parte de su destino futuro.La clase dirigente chilena, empresarial y política, debe ponerse a al altura de este desafío."

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